porque la vida es como te la hacen

jueves, 27 de agosto de 2009

Ayúdenme a encontrar uno

Siguiendo un poco la línea de los últimos post, una de las cosas que más me molesta de los seguidores de Kirchner es que no hay un solo fanático propiamente dicho, un tipo con una cimitarra en la cintura y el Corán en la mano dispuesto a inmolarse en un avión contra la Rural. Tampoco puede esperarse que un kirchnerista lo suficientemente convencido se prenda fuego a modo de protesta frente al Congreso el día de la 125, aquel funesto día que marcaba “el principio del fin de la democracia”. Lo que sí puede esperarse, lamentablemente, es que lo más cercano a un fanático, a un fundamentalista del kirchnerismo que uno encuentre, siempre haya detrás una relación laboral, una cuenta en el Banco Nación, una prestación de un servicio remunerado. Y ese servicio que se remunera es lo que el kirchnerismo llama lealtad.

El kirchnerismo es un movimiento de seguidores sin pasión, de tipos que, no importa cuál elijas, a fin de cuentas siempre tiene algún vínculo laboral o económico con el Estado, y por ende con Kirchner. Incluso buena parte de la gente cada vez más escasa que los vota lo hace para recibir una garrafa o un calefón y no morir congelado durante el invierno, o para reafirmarse en la mediocridad de un empleo público degradante y gris, pero siempre estable y bien remunerado, rodeado de churros, facturas, memorándums y los sueños prohibidos y pecaminosos del paradisíaco Palm Beach menemista que nunca volverá. Pero ahora está Kirchner, y con Kirchner al menos todavía se puede viajar barato a Necochea.


Un eufórico muyahidín kirchnerista espera que sean las 18 para disfrutar de una Argentina popular, de pie, productiva, nacional y justa.

Revisé mentalmente todos los acólitos de Néstor más representativos, y siempre se llega al mismo callejón sin salida del empleo público, del subsidio, de los ATN, de la publicidad oficial o de la prebenda. No importa desde qué punta arranques, todo va a parar a la misma bolsa, que por otro lado no deja de ser una bolsa bastante poco honrosa. Incluso si escarbás por encima, hasta los organismos de Derechos Humanos tienen buenos motivos económicos, y no sólo morales, para apoyar al gobierno nacional y popular.

Pienso en Página/12, por ejemplo, y veo que tiene la misma necesidad de adular a Kirchner hasta el hartazgo que tiene Perfil, aunque por el motivo inverso, de no hacerlo. O ambas mayorías parlamentarias oficialistas, con sus contratos, sus asignaciones presupuestarias, sus pasajes y los fondos con que se compran sus lealtades, y que son después girados a sus respectivas y angustiadas provincias; o los diputados que súbitamente se vuelven kirchneristas, gracias a la tan estigmatizada traición, y que al tiempo reciben un puestito acá, una subsecretaría allá, etc., como si fuese lo más natural del mundo. A los intelectuales de Carta Abierta, los artistas populares que cobran millones por show y los empleados de Canal 7, ahora también hay que sumar a las barras bravas, a Maradona con el dineral que le paga la AFA por perder los partidos de la selección, a Grondona que maneja la guita del Estado que entró en la AFA, etc. Todos ellos vienen a engrosar la extensa lista compuesta por Aníbal Fernández, que defiende lo indefendible mientras vive del kirchnerismo desde hace 7 años; los movimientos sociales, que defienden a Néstor una vez que éste pone los subsidios e inventa cargos estatales para sus caudillos; Gullo y Kunkel, que se autoproclaman soldados de Cristina mientras tengan la seguridad de que su nombre va a estar a la cabeza de la próxima lista de diputados; Ignacio Copani, que posterga ilusoriamente la caída indeclinable de una carrera deslucida y tenazmente mediocre gracias a sus jingles para la revolución popular; Felisa Miceli, a quien siempre encuentran un puestito para pagarle sus inestimables servicios; la hermana de Kirchner, que maneja los subsidios y compra lotes a precio irrisorio en el Calafate; o la mujer de Kirchner, que ejerciendo sus dotes actorales puso en escena un amor inexistente que se pagó con la nada desdeñable suma de una presidencia, hoteles, viajes, millones, lujo y frivolidades. En fin, un extenso y casi infinito etcétera de idealistas con el precio marcado que sería imposible señalar acá, caso por caso.

Creo que el error, a fin de cuentas, es mío. Ahora sé que de los defensores de una plutocracia se puede esperar cualquier cosa, menos desinterés, y nunca pasión.

5 comentarios:

  1. Copani tuvo también como premio participar en una campaña televisiva para fomentar la lectura de libros (sí, él, y hablando mal español).

    Debe ser difícil inmolarse en nombre del kirchnerismo, porque dos días después el objeto del ataque pasa a ser su mayor aliado y, automáticamente, el alma del mártir debe cambiar de jurisdicción y quedarse en el infierno.

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  2. Plantea un problema de jurisdicción metafísica tan grande, que ni siquiera Cristina y su inteligencia exepcional pueden resolver sin entrar en una guerra abierta de atriles contra Dios.

    Sin quererlo acabamos de fundar el primer pilar de la teología kirchnerista.

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  3. A qué esfera celeste o roja van los traidores cuando mueren, si al mismo tiempo el enemigo pasa a ser aliado o al revés.

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  4. Y para que conste: en una guerra de atriles contra Cristina, Dios se pondría tan nervioso que empezaría a transpirar como Nixon y perdería.

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  5. Es que Cristina tiene el argumento ganador bajo la manga: Dios es golpista, pues destituyó a Adán y Eva sólo porque lucharon por la redistribución del ingreso de frutas.

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