porque la vida es como te la hacen

viernes, 7 de agosto de 2009

Una historia de vida y esperanza que ya empieza a hartarme las pelotas


Es el caso de Jorge Rivas, quien fuera un reconocido líder del partido Socialista y que, de la noche a la mañana, en 2007, se pasó al kirchnerismo para ser vicejefe del aquel entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Pero eso no es todo: Rivas había acusado a Alberto Fernández en 2005 por malversación de caudales públicos. Cuando decidió laburar con Alberto, la causa seguía abierta y caminando.

Pero después de un tiempo en la oscuridad, Rivas reapareció en la escena el año pasado (creo), cuando lo asaltaron y lo dejaron tetrapléjico de un golpe. El tipo se recuperó (aunque sería más justo decir que simplemente sobrevivió, sin ánimos de ofender), y ahora retomó su actividad parlamentaria en una silla de ruedas y con una computadora que (creo) capta los movimientos de sus ojos o de su cabeza y logra expresarse de esa manera.

Alrededor de esta triste parafernalia se montó un enorme show en los medios de comunicación, donde se proyectaban videos en slow motion de Rivas asumiendo, todo edulcorado con el Volver a empezar de Alejandro Lerner. Me animo a decir que si la máquina que comunica a Rivas con el mundo exterior fuese un poco más compleja, seguramente escribiría en negrita y subrayado un categórico: POR FAVOR, DÉJENME TRANQUILO.

No tengo la más mínima duda de que Rivas es un mal tipo, un tipo sin la más mínima integridad, un vendido, un tipo que dejó a un partido histórico literalmente por un puñado de monedas que le tiraron en el plato los mismos tipos a los que había denunciado por ladrones, y tampoco tengo la más mínima duda de que Rivas hizo un esfuerzo enorme por sobreponerse, por volver al Congreso, por remarla a pesar de todo (probablemente yo me dejaría morir) y me parece que su esfuerzo es realmente una enseñanza. Pero sigue siendo un mal tipo, un muy mal tipo, que da ejemplo de una enorme y por qué no, también admirable fuerza de voluntad para superar la adversidad.

Por eso nuevamente me quiero subir a un avión y destruir mi propia casa (como en el post anterior), porque Perfil.com ya llegó a un punto de confusión mental que indigna. Ahora Rivas votó “valientemente” al acompañar al oficialismo en el proyecto de impuestazo tecnológico (nunca viene mal recordar que hace 2 años que Jorge Rivas es oficialista, y uno de los resonantes, de esos que dejan su causa para sumarse a la contraria). Por otro lado, resulta gracioso que se considere "valiente" a un diputado kirchnerista por votar a favor de un proyecto que viene directamente del Ejecutivo, sobre todo si tenemos en cuenta que un diputado kirchnerista es, por definición, un tipo que estaría dispuesto a votar con alegría a favor de un proyecto que decidiera extirparle las trompas de falopio a su esposa para hacerle con ellas un collar a Cristina.

Jorge Rivas puede ser valiente a la hora de decidir que alguien lo saque de la cama para llevarlo a rehabilitación (de todas formas no veo hasta qué punto podría resistirse físicamente a algo así, nuevamente sin ánimos de ofender), pero no es valiente por votar esta pelotudez. Lo increíble, es que Perfil considera “valiente” el voto de Rivas porque está votando un impuesto que, en el caso de que eventualmente a su enfermera se le caiga una Pepsi sobre su computadora y se la arruine, Rivas tendría que comprar una nueva para seguir comunicado, una computadora que el impuestazo encarecerá irremediablemente. Como si los Kirchner y sus millones de pesos no podrían regalarle una. Como si Dell, Macintosh o Sony no pelearían hasta la muerte en el Coliseo Romano por ver cuál puede regalarle un nuevo tablero comunicador a Rivas en el caso de que se le arruine.

De hecho, y para ir un poco más lejos todavía: ¿por qué no pensar que es un voto egoísta, más que valiente? Porque Rivas está votando a favor de encarecer aún más el aparato que lo mantiene todavía conectado, ligado al mundo que lo rodea; sin él, aunque sea duro decirlo, su vida sería prácticamente inútil, sin posibilidad alguna de comunicarse ni (creo) moverse. Así que la próxima vez que una persona común y corriente sufra un accidente, y necesite una computadora para hacer su vida infernal un poco más llevadera, ojalá se acuerde de Rivas, que aportó su granito de arena para volverla todavía un poco más inaccesible. Y, claro, todo esto después, y no antes, de necesitar su bendita computadora.

Parece mentira, pero hasta este punto puede llegar un medio buscando una noticia enternecedora. Resalten la historia de Rivas desde la perspectiva que merece realmente ser resaltada, la del esfuerzo personal.


Pero dejen de confundir integridad con compasión.

Y dejen de hacerlo a propósito.

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